Objetivos e hipótesis de trabajo.
El objetivo central de esta tesis es analizar dos fenómenos sumamente relevantes que crearon nuevas formas de relación entre el Estado y los sectores populares urbanos en la Argentina. Me refiero a las redes clientelares creadas por los partidos políticos tradicionales, específicamente las creadas por el peronismo, y a las organizaciones piqueteras. Ambos fenómenos son emergentes un mismo espacio, tanto físico como social: el barrio1. Como lo utilizo el término barrio describe una realidad territorial en la que el ámbito local cobra una importancia creciente para la reproducción social, económica y política de ios pobres urbanos. Los dos fenómenos que se consideran en este trabajo son creadores y creación de lo que Denis Merklen llama "la inscripción territorial de los sectores populares", la creciente identificación con el lugar en el que se vive y la valoración de lazos que se crean en base a la cercanía, otra vez física y social (Merklen, 2004). El territorio se convierte así en un espacio para la creación y recreación de lazos sociales y políticos y para la emergencia de nuevas modalidades asociativas. El contexto de esta resignificación2 de lo barrial es el empeoramiento de las condiciones de vida de los habitantes de los barrios de clase trabajadora, que deben resolver un creciente número de necesidades en el ámbito local. Este proceso se ha visto reforzado por la escasa demanda que se registra en el mer... leer más
Objetivos e hipótesis de trabajo.
El objetivo central de esta tesis es analizar dos fenómenos sumamente relevantes que crearon nuevas formas de relación entre el Estado y los sectores populares urbanos en la Argentina. Me refiero a las redes clientelares creadas por los partidos políticos tradicionales, específicamente las creadas por el peronismo, y a las organizaciones piqueteras. Ambos fenómenos son emergentes un mismo espacio, tanto físico como social: el barrio1. Como lo utilizo el término barrio describe una realidad territorial en la que el ámbito local cobra una importancia creciente para la reproducción social, económica y política de ios pobres urbanos. Los dos fenómenos que se consideran en este trabajo son creadores y creación de lo que Denis Merklen llama "la inscripción territorial de los sectores populares", la creciente identificación con el lugar en el que se vive y la valoración de lazos que se crean en base a la cercanía, otra vez física y social (Merklen, 2004). El territorio se convierte así en un espacio para la creación y recreación de lazos sociales y políticos y para la emergencia de nuevas modalidades asociativas. El contexto de esta resignificación2 de lo barrial es el empeoramiento de las condiciones de vida de los habitantes de los barrios de clase trabajadora, que deben resolver un creciente número de necesidades en el ámbito local. Este proceso se ha visto reforzado por la escasa demanda que se registra en el mercado laboral. El empleo provee a los habitantes de los barrios no solo de un ingreso y en el mejor de los casos seguridad social, también crea redes de socialización que se extienden más allá del lugar en el que se vive. Al hacerse cada vez más difícil conseguir un empleo -por precario que fuera- muchos habitantes de los barrios dejaron de contar con un ingreso seguro y suficiente para satisfacer sus necesidades en el mercado y vieron reducidas sus posibilidades de socialización fuera del barrio. Una categoría importante para la captación de este fenómeno de reterritorialización de la política y del lazo social en los barrios pobres es la mediación política. Las organizaciones a las que haré referencia tienen un rasgo común, la existencia de actores que median entre los habitantes del territorio y el sistema político. La idea de mediación que utilizo no es la jurídica, no hace referencia a la solución de conflictos entre particulares sin llegar a las instancias propiamente judiciales. Mediador3 es, para los efectos de este trabajo, una categoría que se define posicionalmente, es un lugar intermedio que logra enlazar las lógicas de acción de los actores territoriales y de las autoridades gubernamentales4, por la vía del conflicto, de la cooperación o con frecuencia de ambas simultáneamente. El mediador vive en el territorio y en muchos casos en condiciones similares a las de los demás habitantes, lo que los diferencia es su capacidad, real y percibida, de canalizar recursos públicos hacia el barrio o más específicamente hacia algunos de los habitantes del barrio, aquellos que forman parte de su red.
La idea de mediación política es utilizada y aceptada en el estudio de los fenómenos más tradicionales de clientelismo político5, sin embargo su aplicación al estudio de las organizaciones piqueteras puede resultar polémico. Buena parte de la bibliografía sobre las organizaciones piqueteras se asienta en el supuesto de una ruptura radical por parte de estas con la matriz de acción territorial de las redes clientelares6. La sustitución de la mediación política por medio de la participación directa de los involucrados en la toma de decisiones -la muy mencionada dinámica asamblearia del actor piquetero- juega un papel importante en el imaginario de las organizaciones de desocupados así como en el de algunos investigadores del tema. Dos factores me alentaron a incorporar este concepto al análisis del actor piquetero. Por un lado la publicación reciente de investigaciones que abordan de manera amplia la relación punteros-piqueteros7, evitando los sesgos que tenían algunos trabajos anteriores, escritos al calor de la emergencia del actor piquetero. Por otro lado una investigación propia realizada en el año 2003 sobre una organización piquetera de base me permitió rastrear la lógica de la mediación política en las prácticas de los actores a nivel local (Paladino, 2004).
Esta lógica de la mediación política para la solución de problemas no necesariamente es planteada de manera explícita por los involucrados, más bien todo lo contrario. Mi hipótesis de trabajo fue entonces y sigue siendo que el intercambio de favores por apoyo político -tanto en las redes clientelares como en las organizaciones piqueteras de base- solo es posible a través de un encuadramiento cultural apropiado que crea una trama de sobreentendidos en los que la relación reposa. Los marcos a través de los cuales se interpreta la propia acción y la de los restantes actores no se superponen a esta, por el contrario son constitutivos de la propia acción. La experiencia de las redes clientelares -de primera mano o transmitida en el ámbito local- ayudo a configurar la vida cotidiana de las organizaciones piqueteras.
Un indicio del parentesco entre redes clientelares y organizaciones piqueteras puede dárnoslo una interpretación del crecimiento en número de integrantes de estas organizaciones entre los años 2000 y 2003. Los principales nucleamientos de trabajadores desocupados pasaron de con contabilizar algunas centenas de integrantes a las decenas de miles en muy poco tiempo sin que esto trastornara su estructura interna o minara su capacidad de movilización concertada. Considero que esto fue posible porque los nuevos integrantes no debieron aprender desde cero a relacionarse con sus pares y delegados, comprender su lugar dentro de la organización y la propia acción de la organización. Por el contrario contaban con un antecedente y un conocimiento práctico que pudieron reutilizar en la movilización piquetera: el antecedente de las redes clientelares. En conclusión, organizaciones piqueteras y redes clientelares no solo comparten un espacio físico y social, el barrio, también comparten un background que les provee repertorios y estrategias de acción. Ese background gira en tomo a la mediación política para la solución de problemas.
La cultura como caja de herramientas
Como ya se ha sugerido los marcos culturales de la acción tienen un lugar preponderante en esta investigación. Es preciso entonces hacer una aclaración de la forma en que se trabajará con este concepto, sobre todo si tenemos en cuenta que en su larga tradición en los debates de las ciencias sociales la cultura ha recibido diversas y contradictorias definiciones y usos.
El punto de partida de la concepción de la cultura que me propongo emplear está en la obra antropológica de Clifford Geertz (Geertz, 2001). Este autor piensa a la cultura como el contexto dentro del cual se pueden describir los fenómenos sociales de manera inteligible. Constituye entonces la trama de significación dentro de la que el hombre está inserto, desde la cual piensa e interpreta su vida y la de los demás. Para Geertz acción e interpretación son indisolubles, el sentido es intrínseco a la acción y por lo tanto la interpretación cultural del analista no debería separarse de aquello que analiza. Elaborar a la cultura como un sistema es apartarla de sus condiciones de producción simbólica y de significación, alejada de las formas de lo social la cultura se queda sin sustancia.
Así entendida la cultura no es externa, no es una fuerza objetiva y coercitiva -casi sobrenatural- que moldea a los actores generándoles sentimientos de obligación moral, a la manera de Durkheim en Las reglas del método sociológico. Tampoco se organiza como un subsistema que delimita los fines de la sociedad y los individuos, a la manera de Parsons. En el lugar en el que la ubicamos la cultura es fruto de la acción creadora del hombre que hace su historia en circunstancias que no elige y, sobre todo, fruto de las relaciones en las que se ve inmerso para hacer esa historia. Esto no implica, por supuesto, que la cultura sea un hecho individual; un mapa de preferencias, la peculiar forma de ver el mundo de un individuo. Es, como el lenguaje, pública y compartida.
En la introducción a una de sus investigaciones lo subalterno en la India Saurabh Dube nos ofrece una definición de cultura que toma en cuenta la propuesta de Geertz y la ubica en el lugar que nos parece apropiado cuando dice:
"... la cultura necesita entenderse como un elemento esencial en la producción y reproducción cotidiana de la vida social: aquellas actitudes, normas y prácticas, simbólicas y estructuradas, mediante las cuales las relaciones sociales -dentro de un grupo o clase social en particular y con otros grupos o clases sociales- se perciben, experimentan y articulan." (Dube, 2001:68) Percepción, experiencia y articulación pueden pensarse entonces como acciones interpretativas culturalmente enmarcadas. El análisis de esos marcos puede permitimos interpretar -ahora como analistas- las acciones de los sujetos. Preguntamos, por ejemplo, en qué contextos culturales el traspaso de un bien de una persona a otra puede ser percibido como un favor y no como una transacción comercial. Y cómo este favor generará un deuda que deberá ser saldada con un contrafavor que no fue pedido explícitamente en primer lugar. Preguntarnos, también, por qué en algunos casos la desigualdad es experimentada como una injusticia mientras que en otras es experimentada como la justa organización del mundo (Moore, 1996). O cómo esa misma injusticia puede articularse de modo que se encuentre un responsable y una forma de oponerse legítimamente a ese responsable. Desde esta perspectiva la cultura puede pensarse en analogía con una caja de herramientas (Swidler, 1986)8. La cultura así concebida es un conjunto de repertorios y recursos que los actores tienen a su disposición -sin que esto implique que lo manejen a su entera voluntad- y que pueden ser utilizados en diferentes circunstancias9. Los actores utilizan los recursos culturales que tienen a su disposición para definir estrategias de acción que guardan algún tipo de familiaridad y probabilidades de éxito en un contexto dado. En estas estrategias de acción no solo están contempladas las habilidades y actitudes propias del actor, también hay una caracterización del entorno, esto es, qué se puede esperar de los demás y de cuál es la forma adecuada de obtenerlo. La "caja de herramientas" contiene recursos culturales diversos que van desde la percepción de uno mismo hasta prácticas rituales, pasando por instancias valorativas y marcos que dan inteligibilidad a acuerdos tácitos con otros actores. Los recursos culturales introducen una noción de economía de las decisiones, apoyándose en repertorios conocidos los actores no deben tomar todas y cada una de las decisiones de un curso de acción10 ni ponderar los infinitos movimientos estratégicos de una interacción racional. Las herramientas de la caja y sobre todo el uso que se les da varía de acuerdo al tipo de "vida". En las "vidas intranquilas"" la cultura afecta la elección de estrategias de acción de una forma más visible y directa. El surgimiento de una nueva ideología plantea de manera explícita y sistemática la regulación cultural de la vida social afectando los cursos de acción de actores individuales y colectivos. En las "vidas tranquilas", por el contrario, la cultura toma la forma de tradición y/o sentido común y afecta la elección de estrategias de acción de una forma más sutil. Una parte importante del efecto de las cultura como caja de herramientas sobre los cursos de acción es la de proveer un marco para los acuerdos tácitos en los que reposa la vida social no institucionalizada. Asumir un papel y demandar a otro que asuma una contraparte puede ser interpretado como una estrategia de acción, ya propuesta de manera deliberada, ya ejecutada con la naturalidad del sentido común. Las opciones culturales disponibles también definen, junto con la estructura social, las condiciones de racionalidad de la acción. La idea de estrategias de acción puede llevarnos a pensar en la acción estratégica entendida como acción instrumental. Sin embargo las estrategias de acción no hacen referencia a un modelo abstracto que parte de un actor abstractamente situado. Por el contrario la cultura ofrece marcos que sitúan al actor en un campo que determinará el carácter racional o no de su acción.
Un ejemplo de la utilización de la concepción de la cultura como caja de herramientas puede encontrarse en trabajos sobre acción colectiva y movimientos sociales. La idea marcos para la acción colectiva (Tarrow, 1997) reposa directamente en esta concepción de la cultura. Para la teoría de la movilización de recursos (Craig Jenkins, 1988; Tarrow, 1997) los protagonistas del enmarcamiento cultural son los líderes de los movimientos. Estos llevan adelante una manipulación de símbolos, costumbres, tradiciones y repertorios que crea los significados del movimiento y le dan una ubicación dentro de su entorno cultural12. El enmarcamiento hace inteligible
al movimiento para sus miembros, para sus oponentes y para el público en general.
Además reduce los costos asociados con la participación, tanto los costos que enfrentan los sujetos para la participación como los costos transaccionales de la acción colectiva.
La elección de un formato de protesta que es conocido y compartido y forma parte de la caja de herramientas de la cultura contenciosa -por ejemplo la huelga- hace innecesario explicar a todos y cada uno de los de los participan de una movilización que es lo que deben hacer. En el caso de la huelga no es necesario explicitar que deberán quedarse en sus casas en lugar de ir al trabajo, que tal vez sean despedidos pero que una de reivindicaciones a ser cumplidas para el levantamiento de la huelga será su reincorporación, que tal vez otros sindicatos se sumen en su apoyo y una infinidad de alternativas que forman parte de la conciencia práctica del huelguista. En sus impresionantes estudios históricos el sociólogo Barrington Moore demuestra como la desigualdad y la injusticia puede ser vividas y experimentadas con toda intensidad sin que ello genere entre quienes las sufren nada que se asemeje a la indignación y mucho menos a la rebelión. Quienes viven situaciones de pobreza y opresión enmarcan culturalmente su situación y esta forma de enmarcarla abre un abanico inmenso de estrategias de acción, que van desde la resignación hasta la rebelión, pasando por la colaboración, et sabotaje y la creación de espacios subterráneos de socialización (Moore, 1996; Scott, 2001).
En conclusión, la cultura pensada como una trama de significados que hace inteligible a la vida social y ofrece recursos para crear estrategias de acción -individuales o colectivas- nos permite encontrar elementos para explicar la forma específica en que los fenómenos estructurales afectan a las personas y como estas actúan.
Definiendo a la cultura de esta manera no se hace necesario establecer un separación conceptual entre cultura en general y cultura política, aunque esta última parecería ser más apropiada para el trabajo que nos convoca. La distinción entre cultura y cultura política -término introducido por Almond y Verba en The civic culture- tiene sentido dentro de un esquema teórico distinto al que proponemos, uno que tiende a pensar a la cultura como un sistema con partes identificables de acuerdo al contexto institucional al que afectan13.
Culturas dominantes y culturas dominadas
Ubicando a la cultura en el ámbito de las prácticas cotidianas y de la interpretación de la vida social debemos descartar cualquier concepción de cultura que establezca alguna forma de jerarquía. No será válido entonces hablar de "alta cultura", o de "culturas atrasadas", irracionales y concretas antes que racionales y abstractas. Formular una vez más este reparo tan elemental puede parecer innecesario, sin embargo tan pronto nos movemos al terreno de las expresiones políticas de los sectores subordinados -y de la cultura política que las hace inteligibles- las voces del etnocentrismo de clase (Grignon y Passeron, 1991) emergen aquí y allá. La dominación social impacta sobre una cultura que, tal como la define Dube, se enlaza con la reproducción y producción social en sociedades estratificadas y desiguales. Los sectores dominantes no solo intentan detentar el monopolio del poder social, también el monopolio de la significación legítima y de la acción legítima. El trabajo de Grignon y Passeron puede servirnos como guía para enfrentar el complejo problema de la relación entre dominación y cultura y las dificultades que produce para la construcción de la cultura popular como objeto de la sociología. En primer lugar debemos romper con la visión desde la cual la dominación simbólica es el espejo de la dominación social, resumida en la frase que dice que las ideas de la clase de dominante son las ideas dominantes de una época. Esta visión pierde de vista que es la propia relación de dominación tiene efectos, diferentes en cada caso, tanto en la cultura dominante como en la dominada. Y, no menos importante, que la dominación cultural es condición de la dominación social.
En el Esquema siguiente, tomado de Grignon y Passeron (Grignon y Passeron, 2001:56), se grafican las posibles rupturas, derivas y regresiones que amenazan a la sociología de las culturas dominadas.
El punto de partida es el liso y llano etnocentrismo de clase, el ver a las culturas populares como no culturas, negando en el caso más extremo la propia humanidad a quienes las practican. La primera ruptura que se practica es el relativismo cultural, que tiene la virtud de devolver el estatus de cultura a las culturas dominadas. Sin embargo una aproximación enteramente relativista nos llevará a tratar a las culturas populares como si la dominación no existiera, como si la cultura popular se desarrollara desde una posición de alteridad radical frente a la subordinación social. En sociología y literatura este abordaje ha tomado la forma del populismo14, una deriva que se produce cuando se concede a los sectores populares una autonomía que en realidad no tienen. El populismo puede experimentar una regresión al etnocentrismo de clase por la vía del paternalismo.
Adscribir a una teoría de la legitimidad cultural -es decir, plantear que existe en la sociedad una cultura de los dominantes que se presenta como legítima- tiene la ventaja de reintroducir los efectos de la dominación social a la cultura. Sin embargo está siempre latente la peligrosa deriva al miserabilismo, a enfocar el estudio de la cultura desde las "clases cultas" y terminar viendo en todo lo que se aparta de ese patrón como una falta o en el mejor de los casos como una burda imitación. La tercer ruptura debería llevarnos a la articulación de las dos anteriores, a una construcción del objeto que no pierda de vista a la dominación ni haga de esta un todo omniexplicativo de la culturas dominadas.
Las advertencias metodológicas de Grignon y Passeron son completamente válidas para el análisis en clave cultural de los fenómenos que nos interesan. Mucho de lo que se ha dicho sobre el clientelismo político y sobre el fenómeno piquetero está afectado por las derivas y regresiones detalladas por estos autores. La perspectiva que me dispongo a tomar, la de los recursos culturales, tiene como peligro una deriva miserabilista: explicar las acciones de los pobres, definidos por la privación material, en función de otra privación, la de recursos culturales. Estar advertido de este peligro es un paso adelante.
Aproximación metodológica
El objeto de esta tesis son los marcos culturales organizativos que utilizan los pobres urbanos en la Argentina, específicamente en el denominado conurbano, los municipios urbanos que son jurisdicción de la Provincia de Buenos Aires y rodean la ciudad de Buenos Aires. Esos marcos culturales organizativos serán observados a través de dos fenómenos en los que son empleados para vincular a los habitantes de los barrios con el sistema político.
El primer capítulo se concentra en el análisis e interpretación de las redes clientelares en el conurbano bonaerense. A partir de una conceptualización abstracta de la relación diádica como base del lazo clientelar se construye un modelo en el que intervienen tres actores, los "clientes", los mediadores y los patrones. Estos son los actores que constituyen las redes clientelares, redes compuestas por lazos de distinta intensidad que en el ámbito barrial tienen la forma de "redes de solución de problemas".
Una mirada a la bibliografía sobre el clientelismo nos permite identificar los distintos enfoques con lo s que se ha abordado el problema desde las ciencias sociales haciendo especial énfasis en dos, a los que denominaré externo e interno. Mientras que el enfoque externo crea al clientelismo como objeto con la intención de evaluar sus efectos sobre el sistema político (representación, democracia, calidad institucional) el interno lo crea como un objeto autónomo cuyas reglas de funcionarrúento y relaciones sociales básicas deben ser interpretadas. La idea de "doble vida analítica del clientelismo" nos ayuda a establecer esta distinción: el clientelismo es una trama de organizaciones, como una forma de hacer llegar demandas al Estado o de movilizarse políticamente, pero al mismo tiempo es una realidad vivida por quienes participan de sus relaciones. Los lazos densos de las redes clientelares crean un universo de significado, una forma de verse y de ver al mundo.
El clientelismo y el patronazgo tienen una larga y rica historia en la Argentina. Sin embargo el fenómeno clientelar que nos ocupa tomó su forma actual más recientemente. En la interpretación de este proceso de ..formación intervienen los cambios en la estructura partidaria del peronismo, la crisis de la identidad peronista obrerista tradicional y el deterioro de las condiciones de vida en los barrios. Estas nuevas redes clientelares simultáneamente emplearon y resignificaron marcos culturales existentes para encuadrar su acción y al mismo tiempo crearon otros nuevos.
El segundo capítulo tiene por objetivo una reinterpretación de la bibliografía sobre el movimiento piquetero y el estudio de un caso con la intención de rastrear nuevamente los marcos culturales que entran en juego en esta forma de movilización. El caso estudiado es el conflicto que se produjo en el año 2001 en el Municipio de La Matanza. Este conflicto se prolongó por más de un año e involucró diferentes tipos de acción, siendo las más emblemáticas de todas ellas los cortes la Ruta Nacional Nro. 3 a la altura de la localidad de Isidro Casanova. La Matanza se ubica en el Oeste del Gran Buenos Aires y es el más poblado y uno de los más pobres y afectados por el hiperdesempleo de este conglomerado urbano.
He seleccionado a este conflicto en particular y a los actores que se vieron involucrados en él por varios motivos.
-Es durante la presidencia de Fernando De La Rúa que el movimiento de desocupados se convierte en un interlocutor social de peso en la Argentina, en gran medida a partir del conflicto de la Ruta 3.
-Los cortes de la Rúta 3 protagonizados por los piqueteros de La Matanza se destacan por su duración y radicalidad. Los piquetes de la Ruta 3 tuvieron un formato de asentamiento, casi una amenaza de hacer un barrio sobre la ruta, y no tienen una duración estipulada de antemano, solo se va a levantar si se cumplen las demandas. Lo que es aún más importante, las organizaciones cuentan con los recursos para hacer creíbles sus amenazas y contrarrestar la estrategia de desgaste que propone parte del gobierno.
-Este conflicto tuvo una amplia repercusión, tanto en medios periodísticos como políticos. Ningún actor de la política nacional deja de opinar sobre el conflicto. Entre los cortes de ruta en los que no hay una represión violenta (como los de Salta) es el que más cobertura recibe.
-Los actores que participan en este conflicto alcanzan una gran proyección dentro del movimiento piquetero y dentro del conflicto social que se desarrollaba en ese momento en todo el país. Las organizaciones piqueteras que participan son clave en la convocatoria para el I Congreso Nacional de Organizaciones de Desocupados y las I y II Asamblea Nacional de Organizaciones Sociales, Territoriales y de Desocupados. De la primera asamblea surgirá un plan de lucha masivo y coordinado15. Además se vinculan estrechamente con los restantes actores conflictivos que operan en el momento. Apoyan huelgas contra el gobierno y también son apoyados por huelguistas. La pertenencia de estas organizaciones piqueteras a estructuras más amplias -CTA y CCC16 respectivamente- es importante para lograr esta conexión entre los diferentes conflictos.
-En el conflicto de la Ruta 3 los intendentes del Conurbano, en este caso el de La Matanza, jugaron un papel de mediadores, cuando no de facilitadores. La posición de las autoridades municipales se presenta como ambigua, por un lado el conflicto las afecta, por otro lado ellas mismos viven las mismas circunstancias que propician el conflicto.
NOTAS
1 Esta palabra se utiliza comúnmente en la Argentina para denominar a las unidades territoriales en las que se dividen las ciudades. Sin embargo no refleja necesariamente esta división político-administrativa, es más bien un nombre con el que los habitantes identifican al tugar en el que viven y se identifican como habitantes de ese lugar. Para los conocedores de la geografía de una ciudad la sola mención del barrio en el que se vive es indicativa de! nivel socioeconómico de una persona, de sus gustos, sus aspiraciones. El lector mexicano podrá encontrar de utilidad la analogía entre barrio en el sentido en que lo utilizo y colonia.
2 El barrio tienen una larga historia como referente identitario y espacio de relaciones sociales y políticas cara a cara
3 Tomé originalmente de Javier Auyero la categoría de mediador. También refiero a este autor para la definición de red de solución de problemas, el modelo de relación basado en tres actores y relación clientelar como una que los actores interpretan a partir de una trama de sobreentendidos que ella misma crea.
4 En el Gráfico II se esquematizan las relaciones entre los tres actores involucrados en estas modalidades de política territorial.
5 Aunque algunos autores la objeten por ser relativamente neutral a la hora de describir una relación burda de dominación. (Mazzeo, 2004:94)
6 Por ejemplo Miguel Mazzeo, el Colectivo Situaciones y en menor medida, va que establece una separación entre ías organizaciones piqueteras a partir de este clivaje Raúl Zibechi. (Mazzeo, 2004; Colectivo Situaciones, 2002; Zibechi, 2003a)
7 Punteros es el nombre con el que se conoce a los mediadores políticos territoriales del Partido Justicialista. La acepción es similar a la cacique en la política mexicana. Con respecto a estas investigaciones, refiero al lector a los trabajos recientes de Alejandro Grimsson y Gabriela Delamata. (Grimsson, 2003; Delamata 2004)
8 La figura de la caja de herramientas ya había sido utilizada por Levi-Strauss.
9 "Culture provides the materials from which individuáis and groups construct strategies of action. Such cultural resources are diverse, however, and normally groups and individuáis cali upon these resources selectively, bringing to bear different styles and habits of action in different situations." (Swidler, 1986)
10 Algo que por lo demás resultaría imposible.
11 Settled Uves y unsettled Uves.
12 Definen una situación de injusticia, delimitan oponentes que en algunos casos pueden ser muy escurridizos e insertan al movimiento en la historia de la acción contenciosa.
13 Para un recorrido del concepto de cultura política ver Formisano 2001, para una critica del concepto de cultura política utilizado por Almond y Verba ver Tarrow, 2001, especialmente el capítulo 7.
14 El sentido que dan a este término es diferente al que le da Ernesto Laclau (Laclau, 2005).
15 Es difícil saber a ciencia cierta los alcances de estas movilizaciones, al menos en términos numéricos. De acuerdo con las organizaciones piqueteras en la primera jomada del plan de lucha convocado por la Asamblea participaron 100.000 personas, mientras que el gobierno redujo esa cifra a 10.000.
16 CTA, Central de los Trabajadores Argentinos, CCC Corriente Clasista y Combativa. En el apartado "El actor piquetero" del segundo capítulo se abordan a estas organizaciones de manera específica.
- Introducción
- Capítulo I. Relaciones clientelares y solución de problemas
- Capítulo II. Un conflicto ejemplar
- Conclusiones
- Bibliografía
- índice
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